La Pirámide de la Discrepancia

access_time 4/21/2020
av_timer ( Palabras)

La Real Academia de la Lengua Española define la “discrepancia” con dos acepciones diferentes:

1. “Diferencia o desigualdad que resulta de la comparación de las cosas entre sí” y,
2. “disentimiento personal en opiniones o en conducta”. Real Academia Española

Por lo tanto, y según su propia definición, una persona que discrepa, es aquella cuyas creencias, pensamientos o conductas no coinciden con las de alguna otra persona o grupo. La discrepancia entonces es un fenómeno social, ya que para poder discrepar se necesita de otra persona o grupo de personas con las cuales comparar opiniones y disentir de estas; y, además, una persona o grupo de personas que respalden la propia.

La jerarquía o pirámide de la discrepancia de Graham

Paul Graham, es un ensayista de origen británico, con notable trayectoria profesional; uno de sus ensayos más aclamados y difundidos a lo largo y ancho del mundo fue su estudio “How to disagree” (Cómo estar en desacuerdo) escrito en el año 2008. En él, Graham representa gráficamente la “jerarquía de la discrepancia”, que muestra los distintos niveles en los que una persona puede expresar su desacuerdo o desavenencia con cualquier tema.

Según este gráfico triangular mientras más alta sea la ubicación de una persona en la pirámide más potente es la posición o el argumento propio, mientras que aquellos que se sitúan en los niveles más bajos utilizan argumentos débiles y banales para justificarse.

No obstante, una persona es capaz de evolucionar o moverse entre los distintos niveles. De esta manera, cuanto más alto se sitúen las personas en los niveles, más edificantes y provechosos serán los intercambios de opiniones.

Nivel 0: Insulto

El nivel más bajo de argumentación es en el que están instaladas todas aquellas personas que recurren al insulto como forma de oposición, dado que son incapaces de ofrecer ningún tipo de argumento por poco razonado que sea; es, a menudo, la forma más común en que se manifiesta el desacuerdo. Graham lo ejemplifica con la frase “¡eres un idiota!”. Cabe destacar que cuenta que insultos más elaborados tienen tan poco peso como este. Un comentario como: “El autor tiene conocimiento muy superficial y es un ególatra.” no es más que una versión pretenciosa de “¡eres un idiota!”

Nivel 1: Ad hominem

Se sitúan en este peldaño todos aquellos que atacan las características o la autoridad del contrario sin considerar la sustancia del argumento. Significa que la persona solamente es capaz de rebatir a otra mediante ataques o afirmaciones negativas sobre su persona, con la intención de desacreditarle, pero sin aportar ningún argumento válido que demuestre la debilidad de los razonamientos y las afirmaciones del otro. Es decir, se ataca a la persona, no a lo que dice.

Un ejemplo de esta discrepancia sería: “¿Qué vas a saber tú si ni tan solo tienes estudios?”.

Dentro de la cultura latinoamericana la podríamos ejemplificar también de otra manera más clara: “Por supuesto que él dice eso. Es un empresario.”.

Esto no refuta el argumento del autor, pero al menos es relevante a la discusión. Sin embargo, todavía es una forma muy débil de desacuerdo. Si hay algo erróneo en el argumento del empresario, uno debería señalar el error en el argumento, no en la persona; y si no hay nada erróneo, ¿qué diferencia hace que él sea empresario?

Decir que el autor no tiene la autoridad para escribir sobre un tema es una variante de ad hominem – y una forma particularmente inútil -, porque las buenas ideas frecuentemente se originan en gente que viene de otros campos. La pregunta es si el autor tiene razón o no. Si la falta de autoridad le hizo cometer errores, habrá que apuntar cuáles son. Y si no lo hizo, entonces no debería de haber problema.

Nivel 2: Respondiendo a tono

En estos casos la persona se centra o utiliza el tono del mensaje de su oponente para intentar desmentirlo o refutarlo, sin tener en cuenta el fundamento o la esencia de aquello que se está debatiendo. Por ejemplo: “Gritando tanto nadie te tomará en serio”.

Otra forma de ejemplificar este nivel es con respuestas a lo que se ha escrito, en vez de al escritor:

“No puedo creer que el autor desestime el Diseño Inteligente en una forma tan poco responsable.”

Aunque es mejor que atacar al autor, esta es todavía una forma muy débil de desacuerdo. Importa mucho más si el autor tiene razón o no, que cuál es su tono. Especialmente porque el tono es muy difícil de juzgar. Alguien que tiene un problema con algún tema puede ofenderse por el tono que otros lectores pueden encontrar neutral, o por la forma en cómo aborda un tema o cuáles son los adjetivos que usa para referirse al mismo.

Así que si lo peor que uno puede decir sobre algo es criticar su tono, uno no está diciendo mucho. ¿Está delirando el autor, pero está en lo correcto? Mejor esto que ser serio, pero estar equivocado.

Nivel 3: Contradicción

La persona que utiliza la contradicción para rebatir una opinión tiende a expresar una idea opuesta, pero con muy poco contenido o sin ninguna evidencia. En este nivel finalmente se encuentran respuestas a lo que se ha dicho, en vez de cómo o quién lo dijo.

En estos casos los argumentos frecuentemente utilizados se expresan en formas de verdades universales que, según esa misma persona, no necesitan explicación.

Por lo tanto, un ejemplo sería: “Todo el mundo sabe que eso no es así”. O “No puedo creer que el autor desestima el Diseño Inteligente en una forma tan irresponsable. El diseño inteligente es una teoría científica legítima.”

La contradicción puede tener peso a veces. A veces el mero hecho de ver el caso opuesto de manera explícita es suficiente para ver que es correcto. Pero habitualmente la evidencia ayuda.

Nivel 4: Contraargumento

A partir de este nivel los razonamientos comienzan a presentar una mayor riqueza y calidad. No obstante, en el contraargumento la persona expone pruebas o evidencias que respaldan su opinión, pero que han sido dichas o escritas por otros anteriormente.

Las ideas utilizadas para debatir cualquier tema no son fruto del razonamiento de la propia persona, sino que se sirve de planteamientos y explicaciones de terceros para respaldar sus creencias.

Por ejemplo: “No tienes razón, porque tal y como dijo Sócrates…” Sin significar esto necesariamente que el autor citado esté en lo correcto.

Nivel 5: Refutación

En este segundo nivel de discusión la persona es capaz de razonar y disentir con sus propias ideas y creencias, pero sin tener demasiado en cuenta la base del argumento o las creencias del otro. Más bien, se basa en detalles o ideas muy concretas del discurso del otro, no siendo capaz de rebatir la idea central.

Para refutar a alguien uno probablemente tendría que citarlos. Se tendría que encontrar el eslabón débil, un párrafo con el que uno está en desacuerdo y que cree equivocado. Si uno no puede encontrar una cita con la que está en desacuerdo, puede que uno esté en desacuerdo con un espantapájaros.

Aunque en general la refutación requiere citación, la citación no necesariamente implica refutación. Algunos escritores citan parte de cosas con las que están en desacuerdo para dar la impresión de refutación legítima, y después proceden con una respuesta tan baja como el nivel 3 o incluso nivel 0.

Nivel 6: Refutar el punto central

Finalmente llegamos al nivel más alto, y por lo tanto, el más constructivo a la hora de mantener una discusión. En este punto la persona tiene los recursos necesarios para rebatir el tema central o la base de la discusión de manera explícita y directa, utilizando sus propias experiencias y argumentos y pudiendo integrar las ideas del otro en su discusión.

Refutar algo de verdad requiere que uno refute el punto central, o al menos uno de ellos. Y eso significa que uno tiene que comprometerse explícitamente a cuál es el punto central. Por lo tanto, una refutación realmente efectiva se podría ejemplificar con algo como:

“El punto principal del autor parece ser x. Como él dice:
<cita del artículo original>
Pero esto está equivocado por las siguientes razones…”

La cita que uno destaca como errada no necesita ser el punto principal del autor. Es suficiente con refutar algo en lo que este punto se base.

¿En qué ayuda conocer la pirámide de la discrepancia?

La jerarquía de desacuerdo no nos da una forma de elegir un ganador en una discusión. Pues una respuesta nivel 6 puede ser completamente errada.

Sin embargo, aunque estos niveles de desacuerdo no establecen un límite mínimo sobre cuán convincente es una respuesta, sí establecen uno máximo. Una respuesta nivel 6 puede que esté errada, pero será mucho más razonable o convincente que una de nivel 2 o menor.

La ventaja más obvia de clasificar las formas de desacuerdo es que nos ayuda a evaluar lo que leemos con un sentido crítico. En particular, podremos identificar rápidamente cuáles los argumentos más deshonestos intelectualmente. Un orador elocuente puede dar la impresión de vencer a un oponente meramente usando palabras enérgicas. De hecho, esta es probablemente la característica que define a un demagogo. Teniendo una noción de esta jerarquía podremos identificar eficazmente si nos encontramos ante uno.

Pero podríamos identificar como el beneficio más grande de identificar los niveles de desacuerdo el hecho de que hace que la calidad de las conversaciones sean mejores y, que hará más feliz a las personas que las mantienen. No es muy difícil darse cuenta que hay mucha más crueldad en un desacuerdo nivel 1 que en uno de nivel 6. Tú no tienes que ser cruel, cuando tienes algo real que decir. De hecho, no quieres ser cruel nunca. Si tienes algo real que decir, el ser cruel se convierte en un obstáculo.

Si moverse más arriba en la jerarquía hace que la gente sea menos cruel, eso hará que la mayoría de ellos también sean más felices. La mayoría de la gente no disfruta ser cruel; lo hacen porque no pueden evitarlo.

Bibliografía & Citas

; Logos. (). . Tegucigalpa, M.D.C. Honduras: Logos, recuperado de:
  1. Graham, P., 2008. How To Disagree. [en línea] www.paulgraham.com. Disponible en: <http://www.paulgraham.com/disagree.html> [Recuperado el 21 April 2020].
Autor
José Domínguez escribió éste artículo el .

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